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Lo nuevo y lo viejo en el siglo XV

Sin embargo, existe otra buena razón para considerar los años mediados del siglo xv como el comienzo de una nueva edad en la civilización occidental. Excepto en una dirección, cuya importancia todavía no se ha comprendido ampliamente, y a la que prestaremos atención en capítulos posteriores, el mundo occidental estaba aislado casi por completo del mundo exterior. Esta dirección excepcional era la del remoto sudoeste, donde los reinos españoles estaban a punto de alcanzar una nueva grandeza propia y desde donde los portugueses se lanzaban a sus exploraciones en África. Portugal, el primero en el tiempo de los estados viajeros oceánicos de la costa atlántica, tenía un monopolio virtual del comercio con el África occidental y las islas del Atlántico, y este comercio traía no solamente azúcar, oro, marfil, pimienta y otros artículos, sino también experiencias e ideas que, a su debido tiempo, estaban destinadas a operar revoluciones, pero que el futuro guardaba todavía. Los exploradores no habían establecido aún contacto coa ninguna civilización extranjera digna de tal nombre. Hasta entonces, no habían encontrado más que tribus bárbaras. La cristiandad occidental había aprendido preciosas lecciones, en siglos anteriores, de una civilización al margen de sus propias fronteras, a saber, del Islam. Directamente, o a través de intermediarios judíos, los sabios de occidente adquirieron) todavía algo de los conocimientos y la ciencia árabe, pero ahora poco que fuera nuevo e importante les llegaba de este fuente. Unos cuantos misioneros y algún barco catgado de peregrinos con destino a Tierra Santa penetraban en el mundo islámico

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