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Las Reformas
Publicado por
Nelson Andraden
Muchos de sus contemporáneos creyeron que Carlos deseaba convertir esta cadena de monarquías en un dominio que se extendiera por todo el mundo occidental. En realidad, nunca alentó tan fantástica esperanza. Incluso aunque su carácter hubiese sido el de un conquistador agresivo, lo que no eia, nunca hubiera tenido libertad para darle rienda suelta; pero al tratar de conservar todo lo que había heredado, se encontró envuelto en perpetuos conflictos, por todas sus fronteras, y cualquiera de sus rivales podía hacer suya la causa de otro. Cuando la lucha religiosa comenzó en Alemania, no pudo permanecer alejado de ella, pero por esto mismo, esta lucha habría de despertar todos los antagonismos provocados por su posición internacional. Fue un católico ortodoxo toda su vida. Pero comprendía la necesidad de una reforma. No se abstuvo de quitarle poderes y privilegios a la Iglesia. En 1528, secularizó el gran principado eclesiástico de Utrecht, en sus dominios bor-goñones, y al año siguiente el Papa tuvo que concederle el derecho de designar a los obispos del lugar, aunque su autoridad allí ya era puramente espiritual. Pero, en esencia, era conservador y moderado. No podía gobernar satisfactoriamente en ninguno de sus dominios a menos de que prestara al gobierno su atención personal; en cada uno de ellos, tuvo que enfrentarse con una guerra, una lucha civil o una herejía; en cuanto sofocaba una, otra lo llamaba. En Alemania, por tanto, durante toda una generación su política eclesiástica consistió en una serie de expedientes que se vinieron abajo uno tras otro. En sus otros dominios, si imponía la uniformidad religiosa, robustecía su gobierno: en Alemania, si reprimía la herejía, la oposición de los príncipes y de otros personajes se volvía tan peligrosa que lo debilitaba frente a los turcos o a los franceses. Por otra parte, si conciliaba a los mejores elementos de esta oposición, al patrocinar reformas, abría el camino de trastornos sociales y usurpaciones de la propiedad eclesiástica por los príncipes y los caballeros. De tal modo, su situación política hacía que en Alemania los cambios eclesiásticos fuesen cuestiones más graves que en cualquiera otra parte.
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