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El sistema de estados europeos

Nada distinguía claramente a las instituciones políticas de las económicas, especialmente agrarias. Toda propiedad comportaba otros derechos y deberes, además de sus derechos y deberes puramente económicos: el terrateniente no sólo tenía derecho a las cosechas de su heredad y a las rentas o servicios del trabajo de sus inquilinos; era también su juez, o su jefe militar y representante; inclusive, a veces era su representante elegido. El burgués no sólo poseía el derecho de abrir tienda en la ciudad; sino que participaba en la guardia y la defensa de la misma; se le elegía regidor o alcalde y, así, formaba parte de los tribunales de justicia. A la inversa, el gobierno estaba mezclado con la propiedad y no existía todavía una autoridad suprema encargada de los deberes de legislar, administrar e impartir justicia, y sólo de ellos. El dominio de un rey estaba constituido por sus heredades. Podía ser electivo, o haber recibido por herencia su dominio y haberlo luego unido con otros por matrimonio, como cualquier otro dominio feu-fal. El rey tenía derechos sobre él, pero sus subditos, en calidad de arrendatarios, poseían también sus derechos, no sólo en relación con sus iguales e inferiores, sino respecto de sus superiores y del rey mismo, quien podía poseer otras heredades, además de su reino, algunas de ellas en el dominio de otros reyes. Europa no estaba dividida en soberanías exclusivas, sino cubierta por señoríos que se traslapaban y cambiaban continuamente. Los reyes, como todos los demás propietarios, ya fuesen señores feudales o simples campesinos, podían pasar hambre o ambicionar tierras; o aumentaban sus dominios o los perdían a manos de vecinos más fuertes y ambiciosos. De tal modo, la política dinástica, especialmente en cuestión de matrimonios y derechos hereditarios, desempeñó un gran papel en sus fortunas; y, como era un mundo rudo y violento, con una clase militar empecinada, había luchas constantes, tanto en pequeña escala, entre propietarios vecinos, como en gran escala, entre reyes vecinos.

Como la autoridad política era propietaria, sus límites con las comunidades sobre las que se ejercía eran muy laxos.

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