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Lo nuevo y lo viejo en el siglo XV

Las ciudades habían crecido gracias a las manufacturas y el comercio. Había muchas, pero eran todavía muy pequeñas. Probablemente, París tenía 200 000 habitantes; pero la mayoría de las ciudades comerciales famosas, como Venecia y Londres no poseían ni la mitad, en tanto que las ciudades de feria o de mercado eran proporcionalmente más reducidas. Los mercaderes y aprendices y jornaleros de las ciudades no encajaban en las distinciones de clases del campo. Poseían propias formas de organización. Uno de los rasgos distintivos de la vida europea era el número y el vigor l ae las asociaciones en que los habitantes de las ciudades se reunían para la persecución de fines económicos, sociales o religiosos. Según el equilibrio de fuerzas entre los elementos rurales y urbanos, las ciudades estaban sometidas a los señores feudales en algunos lugares, en otros eran independientes de ellos, y en otros más, todavía, especialmente en Italia, habían logrado imponerse a los nobles del campo, que vivían como ciudadanos al amparo de sus muros. Pero, en las ciudades, los elementos fundamentales de la familia y de la herencia eran los mismos que en el campo. En ambos lugares, las familias principales formaban aristocracias, esto es, conjuntos de hombres que tenían derecho a honores y cargos no sólo en virtud de su capacidad o por h«ber sido elegidos o designados, sino gracias a su rango heredado. Su vida común, su sentimiento de la naturalidad, desenvoltura e igualdad de las relaciones que guardaban entre sí, y de su superioridad respecto de aquellos con los que no se unían en matrimonio, o que no compartían sus oportunidades, les dieron hábitos de libertad. Muchos de ellos tenían ideales de valor, resistencia, lealtad, y consideración para las mujeres; en su mejor aspecto, reconocían que el servicio daba derecho a la protección, que no debían explotarse la debilidad y la inexperiencia, que no era correcto pedirle a otro que corriera un riesgo que ellos mismos no estaban dispuestos a correr. Mostraban también una faceta más dura cuando se unían para dividir y mantener sujetos a los que eran menos afortunados. Pero entre estos "inferiores" había también hombres libres. Los había entre los burgueses y campesinos cuya posición social era independiente del capricho o del favor de cualquier hombre. Cada posición social y cada profesión tenía sus propias normas de conducta, su propia sabiduría y sus propias transgresiones de las normas.

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