Desde el sudeste estaba amenazada la civilización occidental; más al norte, sus fronteras orientales no eran ni peligrosas ni abruptas. Las interminables llanuras que se extienden entre el Mar Negro y el Báltico se hallaban escasamente pobladas por pueblos cuya vida era relativamente cerrada en sí misma. Importaban artículos manufacturados del Occidente, especialmente telas, metales y municiones, cambiándolos por productos primarios, por las pieles y la cera de los bosques, o por os granos, el lino y el cáñamo de sus tierras cultivadas. Al norte de los Cárpatos, la mayoría de los habitantes hablaban lenguas eslavas. Esta región más septentrional, no se parecía a ninguna otra del mundo, porque allí dos civilizaciones cristianas habían avanzado a través de una zona de paganismo y se habían reunido. Polonia era un país plenamente occidental, con una Iglesia romana, una clase culta que utilizaba el latín, universidades y arte gótico. Sin embargo, sus reyes poseían también, en vaga unión personal, Lituania. Estos dos estados se habían unido para resistir con éxito el poderío de los caballeros teutónicos, orden militar de cruzada que se había convertido en una potencia territorial y avanzaba hacia el Sur desde sus bases en el Báltico. Lituania se había cristianizado siglos más tarde que Polonia, y el cristianismo le había llegado desde el Sudeste;
aceptaba el rito ortodoxo y su idioma ritual era el eslavo eclesiástico. En esto, Lituania era como las tierras situdas más al este; y, por lo que respecta a sus formas de vida, tenía muy poco en común con Polonia. No poseía universidades; las prácticas y las ideas occidentales penetraban en ella muy lentamente y, aunque se hallaba políticamente unida al Occidente, desde el punto de vista económico y social tenía más en común con el Este.Artículos Recientes
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