En 1519, se hallaba en Moscú un delegado papal, urdiendo planes. Los Habsburgos trataron también de incluir a Iván en su sistema de alianzas. En 1486, un mercader de Silesia viajó a través de Lituania hasta Moscú e informó a Viena de lo que había visto. Se le envió de regreso con una misión diplomática: el emperador Maximiliano ofrecía investir a Iván con la dignidad de rey e incorporarlo al sistema europeo. Iván le respondió que no necesitaba investidura y le hizo la sorprendente sugerencia de concertar una alianza ofensiva para apoderarse de Hungría para Maximiliano, y de Lituania, para él mismo, i^os intercambios de misiones diplomáticas con el emperador no tuvieron más resultado que los intercambios con los papas. Desde el punto de vista del Occidente, Moscovia era una nueva, pero intratable potencia. Desde el punto de vista ruso, había surgido una cuestión occidental, a saber, la de cómo aprovechar la habilidad técnica de Occidente sin pérdida de independencia. Al mismo tiempo, el Oeste y el Báltico eran el campo más prometedor en el que utilizar la nueva fuerza del Estado para hacer conquistas. Los turcos eran fuertes y había sobradas razones para comerciar con ellos y mantener relaciones amistosas. Iván III invadió Finlandia. La república comercial de Novgorcd era el centro del comercio con la liga de las ciudades del norte de Alemania, llamada la Hansa, y un centro de civilización rusa casi tan importante como Moscovia. Iván se volvió contra ella y la sometió. Trasladó a algunos de los habitantes al sur y puso término al comercio de la Hansa. Luego declaró la guerra a Lituania, y pocos años después de su muerte los rusos se apoderaron de Pskov y Smolensko. En 1518, el sucesor de Iván, Basilio III, en su correspondencia oficial con el emperador utilizó el título de zar, la forma rusa de César. Era tanto como decir que existía ua segundo sistema de estados junto al de Occidente, y que no habría de absorberse en él, sino que era un sistema constituido por un solo Estado. No obstante, Rusia no era todavía una gran potencia, como los estados consolidados del Oeste. No podía compararse con ellos en fuerza militar. Era ambicioso, pero ambicionaba más extender sus fronteras que conquistar otros estados. No contemplaba aventuras a distancia.
Ninguna consideración de distancia limitaba las ambiciones de los turcos, que no albergaban la menor duda de su superioridad militar sobre el Occidente. Reconocían al Occidente una habilidad especial en algunas artes e industrias; pero esos productos se podían comprar fácilmente. La curiosidad que sentían por las formas de vida occidental no les llevó a imitarlas. Ma-homed II, el conquistador de Constantinopla, posó para que le retratara el pintor veneciano Vittorio Carpaccio, cuyos cuadros de San JoTge y Santa Úrsula son populare? hoy por el sentimiento ingenuo e infantil que erróneamente se pretende descubrir en ellos; pero no occidentalizó su ejército, ni su Estado.
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