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Lo nuevo y lo viejo en el siglo XV

En sus innovaciones había un fuerte elemento intelectual. En su arquitectura calcularon tensiones y midieron proporciones. En pintura, se plantearon el problema científico de representar los objetos materiales en relieve, como el relieve de la escultura, esforzándose en verlos tal y como sabían que eran en su naturaleza mensurable. De esta manera, las formas superiores de arte comenzaron a apartarse de la artesanía popular y a ser relativamente "abstractas", esto es, especializadas, al distinguir, como lo hicieron, el ornamento de la estructura. Esta tendencia intelectual estaba íntimamente conectada con los estudios clásicos de los eruditos, quienes no se limitaron a descubrir meramente lo que había ocurrido en el pasado, sino que defendían la honestidad intelectual en la búsqueda de la verdad, y muy a menudo criticaban, y a veces veían con escepticismo, las doctrinas aceptadas generalmente. Comenzaron a formar "academias", sociedades voluntarias de cortesanos y letrados que intercambiaban ideas y producciones literarias, con una libertad por completo diferente del trato intelectual regulado de las universidades. Sentían que se estaban apartando del pasado inmediato y reanudando una interrumpida continuidad con el mundo antiguo. En 1483, Flavio Biondo, que estudió cuidadosamente los monumentos de la antigua Roma, esbozó los rasgos principales de la historia del mundo desde el año 410 d. c. hasta 1410 d. c, considerándolo como un, periodo diferente de las edades que lo precedieron y que vinieron después. No fue el primer inventor de esta noción. A principios del siglo xv, el gran pensador y eclesiástico alemán, Nicolás de Cusa, había llamado ya a este periodo la media tempestas, la Edad Media.

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