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Lo nuevo y lo viejo en el siglo XV

Después del de la Iglesia, el mayor logro unifica-dor de esta civilización se derivó también de ésta, y seguía dependiente de ella: el del conocimiento y el pensamiento organizados. A mediados del siglo xv, había más de sesenta universidades, desde Coimbra, en Portugal, hasta Praga, Cracovia y Buda; no tardarían en fundarse otras en el Norte, el Sur, el Este y el Oeste. Estas universidades eran internacionales por múltiples conceptos. En sus lecturas y enseñanzas, y en gran parte de su conversación cotidiana, los letrados empleaban el latín, la lengua todavía viva de la Iglesia; de tal modo, podían viajar libremente de universidad en universidad y encontrar dondequiera por lo menos algunos de los mismos grandes sitios y algunos de los mismos hábitos intelectuales. Toda la enseñanza era vigilada por las autoridades eclesiásticas, que poseían terribles medios de castigo, y esta vigilancia, si paralizaba un tanto la libertad de pensamiento, también fomentaba la uniformidad y facilitaba que se comprendieran mutuamente los hombres educados de diferentes países.

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